La Ruta de la Vida

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viernes, 24 de septiembre de 2010

Ep 73: Los Cuatro Acuerdos – La Domesticación y el Sueño del Planeta

La semana pasada comenzamos una serie sobre el libro “Los Cuatro Acuerdos” y en la primera parte vimos la introducción del libro “El Espejo Humeante”, ese fue el episodio 71 por si no lo has escuchado. “Los Cuatro Acuerdos” de Don Miguel Ruiz, un libro de la Sabiduría Tolteca. En esta oportunidad veremos una síntesis del primer capítulo que se llama “La Domesticación y el Sueño del Planeta”. Acá vamos.

Lo que ves y escuchas ahora mismo no es más que un sueño. En este mismo momento estás soñando. Sueñas con el cerebro despierto. Antes de que naciésemos, aquellos que nos precedieron crearon un enorme sueño externo que llamaremos el sueño de la sociedad o el sueño del planeta, que es el sueño colectivo hecho de miles de millones de sueños más pequeños, de sueños personales que, unidos, crean un sueño de una familia, un sueño de una comunidad, un sueño de una ciudad, un sueño de un país, y finalmente, un sueño de toda la humanidad. El sueño del planeta incluye todas las reglas de la sociedad, sus creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y maneras de ser, sus gobiernos, sus escuelas, sus acontecimientos sociales y sus celebraciones.-> con esto se refiere a una interpretación de la realidad.

Los seres humanos que nos preceden (mamá, papá, la escuela y la religión) nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la sociedad, por medio de la repetición, introdujeron información en nuestra mente. -> nos enseñaron su interpretación, la “cultura”.

Así es como aprendimos todo lo que sabemos. Aprendimos cómo comportarnos en sociedad: qué creer y qué no creer; qué es aceptable y qué no lo es; qué es bueno y qué es  malo; qué es bello y qué es feo; qué es correcto y qué es incorrecto, incluso el idioma que hablamos. El lenguaje es el código que utilizamos los seres humanos para comprendernos y comunicarnos. Cada letra, cada palabra de cada idioma, es un acuerdo.

Tú no escogiste tu lengua, ni tu religión ni tus valores morales: ya estaban ahí antes de que nacieras. Nunca escogimos ni el más insignificante de estos acuerdos. Ni siquiera elegimos nuestro propio nombre.

De niños no tuvimos la oportunidad de escoger nuestras creencias, pero estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos transmitieron del sueño del planeta. La única forma de almacenar información es por acuerdo. El sueño externo capta nuestra atención, pero si no estamos de acuerdo, no almacenaremos esa información. Tan pronto como estamos de acuerdo con algo, nos lo creemos, y a eso lo llamamos «fe». Tener fe es creer incondicionalmente.-> el concepto de acuerdo, es la aceptación que hacemos de  lo que aprendimos, que es la interpretación de nuestra cultura sobre la existencia, mundo, vida, etc.

Llamo a este proceso «la domesticación de los seres humanos», y a través de ella aprendemos a vivir y a soñar. Día a día, en casa, en la escuela, en la iglesia y desde la televisión, nos dicen cómo hemos de vivir, qué tipo de comportamiento es aceptable, cómo ser seres humanos. Tenemos todo un concepto de lo que es una «mujer» y de lo que es un «hombre». Y también aprendemos a juzgar: Nos juzgamos a nosotros mismos, juzgamos a otras personas, juzgamos a nuestros vecinos... -> la interpretación cultural que heredamos nos enseña a juzgar.

Adiestramos a nuestros niños, de la misma forma en que adiestramos a cualquier animal doméstico: con un sistema de premios y castigos. Nos decían: «Eres un niño bueno», o: «Eres una niña buena», cuando hacíamos lo que mamá y papá querían que hiciéramos. Cuando no lo hacíamos, éramos «una niña mala» o «un niño malo».

Pronto empezamos a tener miedo de ser castigados y también de no recibir la recompensa, es decir, la atención de nuestros padres o de otras personas como hermanos, profesores y amigos. Con el tiempo desarrollamos la necesidad de captar la atención de los demás para conseguir nuestra recompensa. Debido a ese miedo a ser castigados y a no recibir la recompensa, empezamos a actuar, a fingir que éramos lo que no éramos, con el único fin de complacer a los demás, de ser lo bastante buenos para otras personas. Fingimos ser lo que no éramos porque nos daba miedo que nos rechazaran y este miedo se convirtió en el miedo a no ser lo bastante buenos.

Al final, acabamos siendo alguien que no éramos. Nos convertimos en una copia de las creencias de mamá, las creencias de papá, las creencias de la sociedad y las creencias de la religión.->para encajar en nuestra cultura, nos adaptamos a su sueño, a su interpretación.

La domesticación es tan poderosa que, en un determinado momento de nuestra vida, ya no necesitamos que nadie nos domestique. Somos unos animales  autodomesticados. Nos castigamos a nosotros mismos cuando no seguimos las reglas de nuestro sistema de creencias; nos premiamos cuando somos «un niño bueno» o «una niña buena». -> nos autocensuramos con lo que ya sabemos que la sociedad espera de nosotros.

Nuestro sistema de creencias es como el Libro de la Ley que gobierna nuestra mente y dirige nuestro sueño. Basamos todos nuestros juicios en él, aún cuando vayan en contra de nuestra propia naturaleza interior.

Tenemos un Juez interior utiliza lo que está en nuestro Libro de la Ley para juzgar todo lo que hacemos y dejamos de hacer, todo lo que pensamos y no pensamos, todo lo que sentimos y no sentimos, incluso el clima, el perro, el gato... Todo. Cada vez que hacemos algo  que va contra el Libro de la Ley, el Juez dice que somos culpables, que necesitamos un castigo, que debemos sentirnos avergonzados. Esto ocurre muchas veces al día, día tras día, durante todos los años de nuestra vida.

Hay otra parte en nosotros que recibe los juicios, y a esa parte la llamamos «la Víctima». La Víctima carga con la culpa, el reproche y la vergüenza. Y todo esto se fundamenta en un sistema de creencias en el que jamás escogimos creer, pero que es tan fuerte que, incluso años después de haber entrado en contacto con nuevos conceptos y de intentar tomar nuestras propias decisiones, nos damos cuenta de que esas creencias todavía controlan nuestra vida.

Dado que todo lo que está en el Libro de la Ley tiene que ser verdad, cualquier cosa que ponga en tela de juicio lo que creemos, nos hace sentir inseguros, aunque el Libro de la Ley esté equivocado. Por este motivo, necesitamos una gran valentía para desafiar nuestras propias creencias; porque, aunque sepamos que no las escogimos, también es cierto que las aceptamos. El acuerdo es tan fuerte, que incluso cuando sabemos que el concepto es erróneo, sentimos la culpa, el reproche y la vergüenza que aparecen cuando actuamos en contra de esas reglas.

Todas estas leyes existen en nuestra mente, creemos en ellas; el Juez decreta y la Víctima sufre la culpa y el castigo. Pero ¿quién dice que este sueño sea justo? La verdadera justicia consiste en pagar sólo una vez por cada error. Lo que es verdaderamente injusto es pagar varías veces por el mismo error.

El ser humano es el único animal sobre la Tierra que paga miles de veces por el mismo error, porque tenemos una gran memoria. Cometemos una equivocación, nos juzgamos a nosotros mismos, nos declaramos culpables y nos castigamos. Cada vez que lo recordamos, nos juzgamos de nuevo, volvemos a considerarnos culpables y nos volvemos a castigar, una y otra vez. Si estamos casados, también nuestra mujer o nuestro marido nos recuerda el error, y así volvemos a juzgarnos de nuevo, nos castigamos otra vez y nos volvemos a sentir culpables. ¿Acaso es esto justo?

¿Cuántas veces hacemos que nuestra pareja, nuestros hijos o nuestros padres paguen por el mismo error? Cada vez que recordamos el error, los culpamos de nuevo y les enviamos todo el veneno emocional que sentimos frente a la injusticia; hacemos que vuelvan a pagar por ello.

En el sueño del planeta, a los seres humanos les resulta normal sufrir, vivir con miedo y crear dramas emocionales. El sueño externo no es un sueño placentero; es un sueño lleno de violencia, de miedo, de guerra, de injusticia. El sueño personal de los seres humanos varía, pero en conjunto es una pesadilla. Si observamos la sociedad humana, comprobamos que es un lugar en el que resulta muy difícil vivir, porque está gobernado por el miedo, sufrimiento, cólera, venganza, adicciones, violencia en las calles y una tremenda injusticia. Esto existe en diferentes niveles en los distintos países del mundo, pero el miedo controla el sueño externo.

Cada ser humano, hombre o mujer, tiene su sueño personal, que, al igual que ocurre con el sueño de la sociedad, a menudo está dirigido por el miedo. El mismo miedo se manifiesta de distintas maneras en cada persona, por supuesto, porque todos sentimos cólera, celos, odio, envidia y otras emociones negativas. Nuestro sueño personal también puede convertirse en una pesadilla permanente en la que sufrimos y vivimos en un estado de miedo constante. Sin embargo, no es necesario que nuestro sueño sea una pesadilla. Podemos disfrutar de un sueño agradable.

Vamos a dejar hasta acá esta parte, porque son varias las ideas que nos deja el libro y yo creo que es bueno darse un tiempo para reflexionar. Te invito a observar en tu vida, cual es el sueño del planeta en el que vives, es decir, cual es la interpretación colectiva de la realidad en la que te desenvuelves, y cómo te afecta en tu diario vivir, en lo que haces y dejas de hacer, lo que piensas y lo que no piensas, en cómo juzgas a otros, a las circunstancias que te toca vivir y a ti mismo.

Qué acuerdos has adoptado en tu vida? Pueden ser acuerdos de tu familia, de tu comunidad, de tu país, etc. Comienza a recordar, a sentir, con cuales de ellos no estás tan de acuerdo, siéntelo en tu cuerpo. Un ejemplo sencillo: crecí con el acuerdo de que los gatos eran traicioneros. Ahora de grande me hice consciente de ese acuerdo, me incomodaba, ahora me simpatizan bastante los gatos.

Fíjate cuantas veces pagas por tus errores y cuantas veces haces pagar a otros por sus errores.

Sé consciente en cada momento, cual es la emoción que está gobernando tu “sueño”, o tu interpretación de tu ahora, tu interpretación de cada momento. Qué emoción o emociones te gobiernan con más frecuencia? El miedo, la ira, la frustración, la envidia, los celos? O el amor, la generosidad, la alegría, la compasión, la gratitud? Como dice el libro: “…no es necesario que nuestro sueño sea una pesadilla. Podemos disfrutar de un sueño agradable.” es decir, no es necesario que nuestra interpretación de la vida, del ahora, sea negativa, podemos vivir en una interpretación agradable y alegre de la vida, depende de cada uno de nosotros.

Antes de despedirme les recuerdo las vías de comunicación: maillarutadelavida@gmail.com, blog www.larutadelavida.com, o twitter.com/larutadelavida

Ahora me despido, cuidense mucho, un abrazo y buen viaje! 

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